“La inteligencia emocional representa el 80% del éxito en la vida” – Daniel Goleman
Hablar de crianza es casi como hablar de la vida misma: está lleno de retos, alegrías y, a veces, de dudas que te hacen replantearte si lo estás haciendo bien. Uno de esos pilares que muchas veces dejamos de lado es la inteligencia emocional. No es un concepto nuevo, pero sí uno que cobra cada vez más importancia. ¿Por qué? Porque enseñar a los niños a entender y manejar lo que sienten no solo les ayuda a ser más felices, sino también a enfrentar el mundo con más confianza.
¿Pero qué es exactamente la inteligencia emocional?
Para no irnos por las ramas, la inteligencia emocional es, básicamente, la capacidad de entender lo que sentimos, gestionarlo sin desbordarnos y, además, usar esas emociones para relacionarnos de manera saludable. El autor Daniel Goleman lo resume diciendo que la inteligencia emocional representa gran parte del éxito en la vida.
Aunque pueda sonar un poco abstracto, en la práctica se traduce en cinco habilidades clave:
- Autoconciencia: Saber lo que sientes en el momento en que lo sientes.
- Autorregulación: No dejar que tus emociones dominen tus acciones.
- Motivación: Tener la capacidad de seguir adelante a pesar de los obstáculos.
- Empatía: Ser capaz de ponerse en el lugar de los demás.
- Habilidades sociales: Saber comunicarse y convivir sin generar conflictos innecesarios.

¿Cómo fomentarla en casa?
A veces creemos que estas habilidades son innatas, pero la realidad es que los niños necesitan aprenderlas, igual que aprenden a atarse los zapatos. Y claro, aquí entramos nosotros, los adultos, como guías en este proceso.
- Ponle nombre a las emociones: Cuando tu hijo está frustrado porque no logra hacer algo, en lugar de decirle «tranquilo», intenta decirle: «Parece que te sientes frustrado porque no te sale, ¿quieres que lo intentemos juntos?». Así va aprendiendo a identificar lo que siente.
- Valida lo que sienten: A veces los adultos nos apresuramos a minimizar sus emociones con frases como «no llores» o «no es para tanto». En cambio, podemos decir: «Entiendo que estés triste porque no salió como esperabas, es normal sentirse así».
- Dales estrategias para calmarse: Practicar juntos ejercicios de respiración cuando están tranquilos ayuda a que los utilicen en momentos de tensión. Algo tan sencillo como inspirar por la nariz contando hasta cuatro y soltar el aire poco a poco.
- Muéstrales empatía en acción: Si discuten con un amigo, en lugar de enfocarse en el problema, pregúntales: «¿Cómo crees que se sintió tu amigo cuando pasó eso?». Así van practicando el ponerse en el lugar del otro.
- Sé su ejemplo: No hay nada más poderoso que el ejemplo. Si ven que tú también te frustras y luego buscas cómo calmarte, entienden que las emociones son normales y que está bien sentirse así a veces.
¿Por qué es tan importante?
La inteligencia emocional no solo es útil en la infancia; es una habilidad que les acompañará toda la vida. Les ayudará a tener relaciones más sanas, afrontar situaciones difíciles con más calma y sentirse seguros de sí mismos. Y claro, también reduce muchos conflictos en casa porque, poco a poco, empiezan a expresar lo que sienten en lugar de explotar sin entender por qué.
No hay fórmulas mágicas ni caminos únicos. Cada niño es diferente, y lo que funciona para uno puede no servir para otro. Lo importante es estar ahí, darles el espacio para expresarse y guiarlos sin presionarlos demasiado.
Reflexión Final
A veces nos exigimos tanto como padres o cuidadores que olvidamos lo esencial: no se trata de hacerlo perfecto, sino de estar presentes y acompañar a los niños en el descubrimiento de sí mismos. La inteligencia emocional es una habilidad que ellos desarrollarán mejor si nosotros también la practicamos en el día a día. Así que, con paciencia y cariño, podemos ir sembrando en ellos esa semillita que les ayudará a ser más conscientes y equilibrados en su vida.
No te preocupes si a veces sientes que no lo estás logrando del todo; criar no es un camino recto, pero sí uno lleno de aprendizaje mutuo. ¿Y sabes qué? Eso también está bien.