A veces me pregunto si estoy haciendo las cosas bien como padre. ¿Te pasa lo mismo? En medio de tantas teorías sobre educación, la crianza positiva ha llegado a nuestras vidas como una especie de respiro, como esa luz al final del túnel cuando no sabes cómo lidiar con una rabieta o cómo manejar los desacuerdos.
Últimamente he leído mucho sobre este enfoque y, la verdad, tiene mucho sentido. En lugar de enfocarse en castigos y en el control, busca algo tan simple (y complicado a la vez) como el respeto mutuo y la conexión emocional. Suena fácil en teoría, pero en la práctica… ¡menudo reto!
¿De qué va realmente la crianza positiva?
No es algo nuevo, pero parece que ahora lo estamos mirando con otros ojos. Se trata de educar a nuestros hijos desde el respeto, ayudándolos a desarrollar habilidades de vida sin recurrir a gritos o castigos. A veces pienso que es como cambiar el chip: en lugar de querer que hagan lo que decimos porque sí, buscamos que entiendan por qué es importante hacerlo.
Me encantó una frase de Jane Nelsen, autora de Disciplina Positiva: “El objetivo no es controlar a los niños, sino enseñarles a controlarse a sí mismos”. ¿No es genial? Porque al final, ¿qué queremos como padres? Que crezcan siendo personas íntegras, responsables y con un corazón lleno de empatía.
¿Y cómo lo hacemos?
No voy a mentir, hay días en los que la teoría se va al garete. Pero estos principios pueden servirnos de guía cuando las cosas se ponen difíciles.
- Conexión antes que corrección: Más de una vez me he encontrado reaccionando en lugar de conectar. ¿Te ha pasado? Por ejemplo, cuando mi hijo empezó a llorar porque no podía armar una figura de Lego, mi primer impulso fue decirle que no era para tanto. Luego pensé: ¿y si intento entenderlo? Al final, en vez de regañarlo por tirar las piezas, me senté a su lado y le dije: “Parece que estás frustrado, ¿quieres que lo intentemos juntos?”. Increíblemente, funcionó.
- Enseñar en lugar de castigar: Cuando algo se rompe en casa, el enfado inicial a veces me ciega. Pero he aprendido que es mejor usar esas situaciones para enseñar responsabilidad. Si alguien derrama el jugo en el sofá, en lugar de ponerme a gritar, le enseño cómo limpiar y luego conversamos sobre cómo evitarlo la próxima vez. Parece algo simple, pero cambia totalmente el enfoque.
- Fomentar la autonomía: Este punto siempre me ha parecido complicado. Por un lado, queremos que sean independientes, pero a veces cuesta soltar el control. Algo que me ha servido es dejarles tomar decisiones pequeñas, como elegir su ropa o decidir el orden de sus tareas. Sí, a veces combinan cosas que ni en sueños usaríamos nosotros, pero verlos felices tomando sus propias decisiones vale la pena.
- Refuerzo positivo: Si hay algo que me ha quedado claro, es que los niños necesitan saber que apreciamos sus esfuerzos. A veces solo basta con decirles: “Gracias por ayudarme a poner la mesa”. No necesitamos grandes discursos, solo reconocer que valoramos lo que hacen.
- Escucha activa y empatía: ¿Cuántas veces respondemos sin realmente escuchar? Me pasa seguido. A veces, mientras uno de mis hijos me cuenta algo, ya estoy pensando en la respuesta. Pero he notado que cuando realmente me detengo a escuchar y valido lo que sienten, las cosas fluyen mejor. Es como si necesitáramos recordarles (y recordarnos) que sus emociones importan tanto como las nuestras.
¿Y qué ganamos con todo esto?
No voy a decir que todo es color de rosa. La crianza positiva no garantiza que nunca habrá conflictos, pero sí hace que esos conflictos sean más manejables. Los niños desarrollan mejor autoestima, entienden el valor del respeto y, sobre todo, aprenden a resolver problemas de forma constructiva.
Además, mejora muchísimo la comunicación en casa. Cuando mis hijos saben que pueden expresarse sin miedo a un grito, me doy cuenta de que están más dispuestos a contarme lo que les pasa. Y eso, al final del día, hace que todo valga la pena.
Aprendiendo día a día
No somos padres perfectos, y la crianza positiva tampoco busca eso. Es más bien un camino lleno de aciertos y errores. ¿Cuántas veces nos hemos propuesto hablar con calma y terminamos alzando la voz? Es parte del proceso, y está bien equivocarse. Lo importante es aprender juntos, pedir perdón cuando metemos la pata y seguir intentando.
Criar con amor y empatía es una inversión a largo plazo. Y aunque algunos días parezcan más cuesta arriba que otros, siempre podemos mejorar. Así que, si alguna vez necesitas apoyo, no dudes en acercarte al Centro Psicológico y Psiquiátrico Excelentemente. Estamos aquí para ayudarte a construir relaciones familiares más fuertes y saludables.
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