Recibir el diagnóstico de autismo de tu hijo no es algo para lo que una esté preparada. Te lo dicen, y es como si todo se congelara un segundo. Después viene una mezcla de cosas… miedo, claro. Tristeza. Un nudo en el estómago que no sabes cómo deshacer. A veces incluso enojo, y luego culpa por haberte enojado. Nadie te entrena para esto.
En ese caos interno, quizá te hagas preguntas que dan vueltas como en bucle:
- “¿Y ahora qué?”
- “¿Cómo hago para ser una buena mamá en esto que no entiendo del todo?”
- “¿Estará bien? ¿Estaremos bien?”
Te lo digo como alguien que ha estado ahí: respira. Llora si necesitas. Pregunta, aunque sientas que son demasiadas dudas. No tienes que saberlo todo hoy.
¿Y el autismo… qué es, realmente?
A mí me costó entenderlo al principio. Leía y leía, pero seguía sintiendo que me faltaban piezas. El Trastorno del Espectro Autista (TEA) no es una enfermedad. No es algo que se “cura” como una gripe. Es más bien una forma diferente de estar en el mundo, de procesar lo que pasa alrededor.
Cada niño con autismo es distinto. No hay un “manual”, aunque a veces quisiéramos que lo hubiera.
Unos hablan mucho, otros apenas. Algunos se balancean o alinean sus juguetes con una precisión asombrosa. Muchos tienen intereses que los apasionan con una intensidad envidiable. A veces no entienden por qué alguien está triste, pero eso no significa que no les importe.

Ser mamá de un niño con autismo: no te olvides de ti
Te lo repito: no estás sola.
Yo pensaba que tenía que ser fuerte todo el tiempo. Que si me derrumbaba, algo se iba a romper. Pero no es así. Está bien no estar bien. Está bien llorar en el coche después de dejarlo en terapia. Está bien cansarte.
Y sobre todo, está bien pedir ayuda.
Hay días buenos y días que… bueno, se sienten infinitos. Pero también hay momentos de luz. De esos que no salen en los libros, pero que se te quedan clavados en el pecho para siempre. Una mirada, una palabra inesperada, una conexión silenciosa que te parte en dos de lo hermosa que es.
Cuídate. En serio.
Duerme cuando puedas. Habla con otras mamás. Come algo caliente. Porque si estás rota, no puedes sostener nada. Y no se trata de ser perfecta, se trata de estar. De amar. De seguir, incluso con miedo.