Hasta hace poco, el suicidio era un tema tabú, del que se prefería no hablar, es por ello que estamos desmitificando el suicidio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha realizado un gran esfuerzo para derribar este primer gran “mito” sobre el suicidio y su prevención. “Hablar salva vidas”, afirma Nora Fontana, psicóloga especializada en tanatología y suicidología, e integrante del Centro de Asistencia al Suicida Buenos Aires (CAS).
Estamos desmitificando el suicidio ya que existen numerosos mitos alrededor de las personas que tienen ideas suicidas o que cometen el acto. Se cree, por ejemplo, que solo buscan llamar la atención o que son débiles. Lamentablemente, estas creencias erróneas pueden perpetuar el estigma, dificultar la prevención y poner en riesgo a quienes más necesitan ayuda. Para entender mejor esta compleja realidad y ofrecer un apoyo efectivo, es crucial desmentir estas ideas equivocadas. A continuación, se abordan algunos de los mitos más comunes sobre el suicidio y la verdad que hay detrás de ellos.
Desmitificando el suicidio.
Mito 1: “El que se quiere matar no lo dice”
Realidad: Diversos estudios han demostrado que muchas personas que contemplan el suicidio comunican sus pensamientos de alguna manera antes de intentar acabar con su vida. Según la American Association of Suicidology, aproximadamente entre el 50% y el 70% de las personas que mueren por suicidio han dado alguna advertencia verbal o conductual antes de su acto. Estas advertencias pueden ser directas, como decir “quiero morirme”, o indirectas, a través de comentarios como “no veo salida” o “no valgo nada”.
Mito 2: “El que lo dice no lo hace”
Realidad: Nueve de cada diez personas que se suicidan expresan claramente sus intenciones. Creer que estas declaraciones no se tomarán en serio puede llevar a ignorar a quienes manifiestan ideas suicidas o amenazan con quitarse la vida. Esta creencia también puede minimizar estas amenazas, considerándolas erróneamente como chantajes, manipulaciones o simples alardes.
Mito 3: “El suicidio es hereditario”
Realidad: Aunque existe una predisposición genética que puede aumentar el riesgo de suicidio, especialmente en relación con trastornos mentales como la depresión y el trastorno bipolar, no hay un «gen del suicidio». El riesgo suicida es el resultado de una interacción compleja entre factores genéticos y ambientales.
Mito 4: “No desean morir, solo quieren llamar la atención”
Realidad: Este mito trivializa el profundo sufrimiento de una persona suicida. Los intentos de suicidio no son simplemente un «grito de atención», sino una expresión desesperada de dolor extremo. Cualquier comportamiento que indique pensamientos suicidas debe ser tratado con seriedad y abordado con empatía y apoyo.
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Mito 5: “El suicidio es un acto egoísta o cobarde”
Realidad: Calificar el suicidio como un acto egoísta o cobarde simplifica de manera dañina la experiencia de quienes lo contemplan. El suicidio generalmente ocurre cuando una persona siente un dolor emocional tan abrumador que su capacidad de tomar decisiones racionales se ve gravemente comprometida. Es un signo de enfermedad mental y no de debilidad de carácter.
Mito 6: “Todo el que se suicida es una persona con enfermedad mental”
Realidad: Aunque las personas con enfermedades mentales tienen un mayor riesgo de suicidio, no necesariamente deben padecer un trastorno mental para hacerlo. No cabe duda de que todo suicida es una persona que sufre.
Mito 7: “Hablar sobre el suicidio con alguien en riesgo puede incitarle a hacerlo”
Realidad: Existe un temor generalizado de que hablar abiertamente sobre el suicidio pueda incitar a alguien a intentarlo, pero esto no es cierto. Hablar del tema de manera abierta y honesta puede reducir el riesgo, permitiendo que las personas expresen sus sentimientos y busquen ayuda. De hecho, hablar sobre el suicidio con alguien en riesgo puede ser la única oportunidad de que esa persona analice sus propósitos autodestructivos y reduzca el peligro de cometerlo. La comunicación abierta es clave para la prevención.
Mito 8: “Las personas jóvenes son las más propensas al suicidio”
Realidad: Aunque el suicidio es una de las principales causas de muerte entre los jóvenes, no es exclusivo de este grupo de edad. Las tasas de suicidio también son alarmantemente altas entre los mayores, especialmente los hombres mayores de 65 años. Factores como el aislamiento social, las enfermedades crónicas y la pérdida de seres queridos pueden contribuir al suicidio en esta población.
Mito 9: “Una persona que ha intentado suicidarse una vez no lo volverá a intentar”
Realidad: Desafortunadamente, quienes han intentado suicidarse tienen un mayor riesgo de volver a intentarlo en el futuro, especialmente si no reciben el tratamiento adecuado. Es fundamental ofrecer un seguimiento continuo y apoyo para reducir este riesgo y ayudar a la persona a encontrar formas saludables de enfrentar su dolor.
Mito 10: “El consumo de alcohol o drogas no influye en el suicidio”
Realidad: El consumo de sustancias, especialmente el alcohol, está fuertemente asociado con el riesgo de suicidio. El alcohol puede desinhibir conductas suicidas al reducir el juicio y aumentar la impulsividad. Estudios han encontrado que entre el 25% y el 50% de los suicidios están asociados con el consumo de alcohol o drogas en el momento del acto.
Reflexión final: Cada uno de estos mitos resalta la necesidad de una mayor educación y comprensión sobre el suicidio. Desmitificando el suicidio y estas creencias erróneas puede ayudar a crear un entorno más comprensivo y seguro para quienes están luchando. La sensibilización y la educación son claves para la prevención del suicidio y para brindar el apoyo necesario a quienes más lo necesitan.
Si te ha parecido nuestro contenido «Desmitificando el suicidio» y si tú o alguien que conoces está en riesgo, es crucial buscar ayuda profesional de inmediato. Existen recursos disponibles para brindar apoyo y acompañamiento en momentos difíciles. Para más información, consulta este enlace que te podría ayudar.
Hade Tania Pillhuaman Corbetta
Interna de Psicología